La Leche derramada

29 de Enero 2019, by Pau

Creo que hoy tiene mucho sentido hablarles de un frase popular inglesa que dice lo siguiente: “Do not cry over spilled milk”, la traducción al castellano sería “No llore por la leche derramada” o una traducción menos literal y simple sería “lo hecho, hecho está”. Se utiliza normalmente para alentar a una persona que evite pensar en unos hechos de los cuales ya no tiene posibilidad de remediar, por ejemplo cuando nos arrepentimos de haber actuado ante una persona relevante de forma poco natural, nerviosos, sobreactuando, habiendo dicho alguna frase casi sin sentido. “No lo pienses más; lo hecho, hecho está” siempre exclama alguien que está a tu lado y te ve arrepentido por tu actitud durante los minutos posteriores al encuentro. Esta frase la hemos oído infinidad de veces ya que por desgracia todos tenemos acciones a nuestras espaldas que no podemos cambiar, pueden ser grandes decisiones vitales o pequeños sucesos sin importancia. Sin embargo los ingleses la utilizan también en algunos cursos de toma de decisiones para ejemplificar la solución a un patrón bastante común de problemas que, en los negocios y en nuestra vida cotidiana, cometemos frecuentemente.

La teoría diría algo así: las inversiones pasadas no deben influenciar las futuras sin analizar en cada momento la idoneidad de las inversiones futuras.

Pueden investigar más si buscan el concepto de la falacia del coste irrecuperable o la falacia del Concorde. Seguramente ustedes se habrán quedado igual con la definición así que intentaré mostrarles algún ejemplo común diferente a los que se mencionan de forma clásica con la intención de comprenderla mejor.

Ejemplo A: El fichaje de Ibrahimovic.

El verano de 2009 el F.C. Barcelona fichaba al sueco Zlatan Ibrahimovic por 66 millones de euros. Su ficha anual era de 9millones de euros por cada una de las 5 temporadas que duraba su contrato. Su adaptación no fue buena según cuentan los medios; tenía un conflicto personal con el entrenador y generaba continuas disputas internas en el vestuario. Además, su rendimiento dentro del campo no fue bueno. Hasta aquí todo relativamente normal.

La primavera siguiente los directivos y el entrenador del club tenían ya una decisión importante sobre la mesa que apremiaba tomar dada la presión del entorno: vender o no vender al sueco. Si analizamos los datos tras un año de contrato, el sueco había cobrado su nómina (9M€) y habían pagado o contraído deuda por su fichaje por valor de 66M€. Costo total 75M€ (Leche derramada). Su ficha los siguientes cuatro años de contrato ascendía a 36M€ (inversión futura). La mayoría de los aficionados proclamaba en esos tiempos que no podían vender al jugador porque ya se habían “tirado” 75M€ y ahora la oferta más buena era de 25 M€, el sueco debía seguir. ¿Cómo deberíamos tomar esta decisión? No llorar por la leche derramada (75M€-25M€=50M€) y decidir sin tener en cuenta que hemos “tirado” 50M€. Si el total de la operación eran 111M€ (66+9×5) a 5 años quiere decir que ahora deberíamos ver cuál es la mejor opción con los 61M€ que nos quedarían después del primer año. ¿Podemos fichar un delantero bueno con esta cifra y daría para 4 años de sueldo? Sí o no. ¿no será conflictivo y se puede adaptar? Sí o no. Entonces ficharíamos a David Villa, jugador ya de la Liga Española y ganaríamos al año siguiente la Copa de Europa con un vestuario cohesionado. Sólo los rencorosos, que siempre los habrá, se acuerdan todavía que no se acertó en el fichaje de un delantero y se “tiraron” 50M€.

Ejemplo B: La novia de toda la vida.

Un varón de 28 años lleva con su novia seis años. Cuando empezaron todavía no habían acabado la universidad y ella le parecía lo mejor que le había pasado en su vida. Durante los dos primeros años de relación todo fue perfecto, él encontró trabajo en una consultoría y ella en un estudio de diseño. Estaban indudablemente enamorados uno del otro y su mundo se limitaba a la burbuja creada entre los dos. El verano de su tercer aniversario destinaron todas sus vacaciones y ahorros para realizar un viaje en pareja por el Sur-Este Asiático, el sueño de él desde infancia. Desde que volvieron ella no volvió a trabajar. Él lo hace más que nunca, le gusta mucho su trabajo y los pisos de la Capital están carísimos y debe ahorrar. Ella se asoció a una agrupación por los derechos de los animales y empezó a viajar por todo el país. Ahora viste diferente y habla continuamente de restaurar alguna casa abandonada en un pueblo rural. Dice que no quiere trabajar ya que el mundo necesita personas que luchen por una causa altruista. Los pisos de la Capital continúan sin bajar y él solo no puede afrontar una vivienda con un sólo sueldo; quiere vivir en la Ciudad donde tiene oportunidades laborales que le interesan. Hablan cada día menos porque tienen pocos temas de interés en común. Fueron a Venecia por primera vez hace poco y dudó si pedirle matrimonio porque “ya empieza a ser hora” le dicen y se dice. Consideró finalmente que no era todavía el momento. Su madre, ante el posible aviso de boda, ya le regalo los pendientes de la bisabuela como presagio indudable que permanecerían en la familia para siempre. Decisión se está planteando el varón de 28 años ¿Debo casarme? Leche derramada: 6 años de relación (tiempo), viajes-sueño en pareja realizados, pautas y patrones de conducta conocidos, mucho cariño, conoce a toda la familia de ella, pendientes de la bisabuela, etc. ¿Cómo tomar la decisión? Extraer de la ecuación la leche derramada y decidir si su proyecto de vida puede ser mejor con esta mujer con la que ha vivido tantas cosas o con otra hipotética persona que todavía no conoce.

Les dejo a ustedes la decisión final del ejemplo B, creo que el punto que quería reflejar está más o menos claro. He intentado describir un ejemplo más numérico y otro más etéreo o sentimental para enfatizar la clave del post de hoy. Es también típico el caso del inversor novato en bolsa que no desea reconocer las primeras perdidas de una inversión mal escogida y mantiene el dinero hasta que éstas son mucho mayores e irreversibles. Las inversiones pasadas pues, sean monetarias, sentimentales o en forma de tiempo, no deben entrar en nuestra ecuación actual para tomar las decisiones que queremos en nuestra vida. Parece algo de sentido común pero a menudo veo gente arrastrada por la leche derramada del pasado tomando malas decisiones para siempre. El pasado no nos debe influenciar NUNCA a menos que tenga consecuencias que intervengan en la ecuación de futuro; como las deudas, las enfermedades crónicas, manutenciones de familiares directos o estabilidad emocional de hijos muy pequeños o simplemente la edad. Debemos analizar en cada momento pros y contras actuales y pensar cómo podemos utilizar nuestros recursos restantes de la mejor manera posible de cara el futuro; sólo así tomaremos decisiones sabias.

Me gustaría terminar indicando que todo el post de hoy lleva implícito de alguna forma la equivocación continua en las acciones que tomamos en nuestro día a día y la forma que estas pueden cambiar en el tiempo. Creo que poca gente puede alardear de no haber derramado leche. De todas formas, en aquellas decisiones de las cuales estamos plenamente convencidos de estar en lo cierto, no estaría de más hacer una revisión de la “inversión realizada” y “de la inversión futura” con cierta periodicidad, al fin y al cabo, también pensaban los famosos obreros de Dublivna cuando empezaron a cavar el túnel que acabarían encontrando los obreros yugoslavos al otro lado.

Inspiración: Daniel Kahneman

Inspiración: Daniel Kahneman

Psicólogo y Economista