Los años 20: qué pienso que debemos esperar de la nueva década. Parte I

12 de Enero 2020, by Pau

Como cada inicio de año aprovecho estos primeros días para hacer una reflexión profunda de lo que ha acontecido durante el año pasado y qué me puede deparar el presente. Supongo que muchos de ustedes también lo hacen mientras los distintos medios de comunicación les bombardean con las predicciones de lo que ocurrirá en el futuro más inmediato.

Para mí este inicio de año no es uno más, es el final de una década y el inicio de la siguiente a nivel puramente cronológico, pero si me preguntan, les diría que estamos viendo el final de una forma de entender el mundo y el inicio de otra forma de ser y vivir. Reconozco la multitud de agentes que de forma constante lo indican, año tras año mencionan el cambio de paradigma porque es un titular que vende mucho… Personalmente creo que ahora SÍ; creo que la historia determinará alguno de los años cercanos pasados o venideros como punto de inflexión y definirá el cambio de los años 10 a los 20 como clave para el inicio de la siguiente era de la humanidad postmoderna. ¿Por qué lo considero? Porqué entiendo que hay tres factores claves que han llegado, o llegaran en breve, a un punto de madurez suficiente para cuestionar el status quo de todo y de todos. Estos tres factores son: la crisis climática y la lucha por los recursos ante los cambios demográficos, la irrupción de la tecnología en todos los estratos y procesos de nuestra sociedad y el cambio de la geopolítica del mundo. Cualquier cambio que está sucediendo o sucederá a nuestro alrededor está relacionado con alguno de estos tres factores y la principal noticia es que no es ninguna novedad, la historia nos demuestra que siempre ha sido así aunque no a esta escala ni a esta velocidad.

Antes de explicarles detalles concretos de lo que creo que puede suceder en los próximos diez años me gustaría indicarles que no creo que haya una revolución radical sino una evolución constante cada vez más rápida, lo entiendo como el inicio de algo que sí crecerá exponencialmente en las siguientes décadas pero que se cimentará en ésta. De la misma manera que el nacimiento de los smart phone a finales de los 2000 se ha ido acelerando hacia la evolución de nuestro todo comunicativo cuando ya vemos la dimensión real de sus posibilidades… Si no fuera por la crisis climática, a la que sólo veo una solución tecnológica y no actitudinal o legislativa, no me gustaría ser catastrófico a pesar de la inseguridad que genera vivir en un mundo en constante cambio que puede echarnos a la cuneta social y tecnológica a cada pequeño giro. Creo que las sociedades han sufrido cambios estructurales constantes y debemos aceptar e interiorizar que es nuestro sino como especie, aunque no estemos preparados para ello en sólo una generación. Relativamente cerca tenemos la revolución industrial, el éxodo de la vida rural hacia las ciudades, la irrupción de las cadenas de producción, el auge de EEUU y el hundimiento de los antiguos imperios, la aparición del coche, la electricidad o los ordenadores conectados a internet. Todos estos cambios generaron cambios radicales en la forma vivir y dejaron a los agoreros, catastrofistas, pesimistas, inadaptados o incapaces arrinconados viendo como el mundo ya no les pertenecía. Es nuestro deber adaptarnos y aceptar que nada es estático para posicionarnos en este movimiento; sólo así conseguiremos nuestros objetivos personales con la felicidad en último término.

Si analizamos de qué se componen principalmente nuestras vidas e interrelaciones podríamos agrupar a grandes rasgos los siguientes grupos: dónde vivimos, cómo nos movemos, en qué y cómo trabajamos, nuestra salud y los servicios de sanidad que utilizamos, cómo queremos educar a nuestros hijos y estar actualizados cómo adultos, a qué dedicamos nuestro tiempo libre y como lo contratamos, como nos relacionamos con los demás, nuestros servicios a la comunidad o entes superiores y la preparación financiera en general o para el día que dejemos de trabajar si lo hacemos. Lo veremos todo evolucionar y mi opinión es que debemos prepararnos y posicionarnos para cada posible futuro. Intentaré mostrarles mi opinión sobre cómo creo que evolucionarán cada uno de estos puntos en nuestras vidas:

  • Dónde vivimos

Si analizamos los últimos cien años la tónica es constante: el abandono de las zonas rurales hacia las ciudades y la despoblación de grandes áreas geográficas dónde la naturaleza recupera el espacio cedido durante siglos, los bosques crecen, y encontramos cepas de vino salvajes mientras buscamos setas. A pesar del nacimiento del movimiento “neo-rural” gracias a las herramientas de teletrabajo y el nivel de las infraestructuras creo que esta tendencia continuará siendo un nicho a largo plazo. Mi opinión más personal es que veremos todavía más zonas despobladas, e incluso ciudades medianas-pequeñas verán perder población hacia las megaurbes o grandes zonas metropolitanas extendidas. Aunque allí la vida es cara, razonablemente insalubre y la gente dedica muchas horas a unos desplazamientos caóticos, todo lo trascendente que sucede en el mundo pasa allí, y sobre todo, las oportunidades laborales del futuro se están creando allí. Durante esta década veremos cómo se vuelven más eficientes a nivel energético, con tráficos más restringidos en el Centro, y dado el tamaño, la utilización de transporte público será imprescindible. La palabra “transporte público” se extenderá a todo lo que implica la palabra “sharing”; bicis, motocicletas, patinetes, coches o versiones hibridas que pueden empezar a aparecer rápidamente, ah! y por supuesto todo será eléctrico en esas ciudades. Pienso que el transporte autónomo hará su incursión a finales de la década para explotar en la siguiente, y mientras esto no sucede, la gente joven de estas urbes progresivamente dejará de poseer un coche porque no sirve ni lo quieren para nada. Combinarán todos los sharing con el transporte público “tradicional” y harán sus multitrayectos multitransporte diarios más cómodamente y a precio más razonable a medida que más gente decida no renovar su coche y dejar la calle para lo “público”.

Paralelamente a este proceso, las ciudades medianas de provincias lucharan para que sus pequeños comercios y sus pequeñas-medianas empresas sobrevivan ante unos modelos de negocio más intensivos en tecnología y capital, conceptos que se entremezclan cada vez más. Aquellas relativamente cercanas a una megaciudad verán como los actuales trenes de cercanías o semejantes se convertirán en su acceso al trabajo, y un tipo de ocio concreto, mientras las más alejadas irán perdiendo su juventud engullidas en las megaurbes. En los años 30, 40 o 50, sin juventud y dependiendo de las pensiones de una población envejecida, los pocos jóvenes que queden verán sus consumidores morir o dejar de consumir masivamente dado a su vejez. De esta forma, en esta década, veremos los países concentrándose en megaurbes o zonas metropolitanas gigantes, dónde trabajará mucha de la población de las ciudades cercanas de provincias, combinándolo con días de teletrabajo, y progresivamente se irán abandonando las que estén demasiado lejos para un commuting diario o semanal o el acceso a un aeropuerto internacional. Creo que los neo-rurales continuaran siendo nicho dado la dificultad de acceder a un transporte barato como en las ciudades del futuro, a los servicios tecnológicos que se considerarán básicos (al estilo de Amazon Prime Now hoy) por no decir las comunicaciones que garantizaran toda la tecnología que se irá implantando en los hogares y la sociedad. Si a esto le añadimos lo lejos que visualizo una educación 100% a distancia para los más pequeños, veo esta tendencia estancada al menos en las próximas dos décadas.

Por último, independientemente de dónde residamos, creo que avanzaremos con la necesaria ayuda legislativa hacia casas más autónomas energéticamente, placas solares, baterías gigantes de pared, mejores aislamientos, protecciones pasivas y una consciencia ambiental por los materiales que se utilicen y el impacto en su entorno se irán haciendo casi imprescindibles en muchas comunidades de vecinos. La domótica, irá entrando progresivamente mediante sistemas de asistencia de voz y sentará las bases para una evolución rápida del todo conectado en un futuro. No creo que a finales de la década los interruptores estén obsoletos, o se vean como algo antiguo ya que la gente hable a los electrodomésticos o a las bombillas, pero sí pienso que los early adopters los tendrán en sus casas y estará establecido claramente un protocolo de comunicación máquina-máquina (por ejemplo, que la nevera hable con una web de un super).

  • Cómo nos movemos

Creo que mucho se ha hablado del coche eléctrico y/o autónomo y difícilmente puedo aportar ideas adicionales. Mi percepción es que no estamos preparados a nivel producción y distribución eléctrica para un uso masivo y generalizado de este tipo de movilidad. Cargar un autobús de una megaciudad con electricidad proveniente de quemar carbón es tan o más absurdo que utilizar un coche tradicional. ¿Seremos capaces de producir e instalar tal cantidad de energía limpia? Esta cuestión nos perseguirá, frenará o dosificará la velocidad de cambio necesario. Sólo la mejora y el abaratamiento de las energías limpias, y algún cambio tecnológico que puede estar por llegar, por ejemplo en el campo de las baterías, puede determinar que a finales de la década veamos el motor eléctrico como predominante al menos en las megaurbes. El coche autónomo, que no va estrictamente ligado al tipo de motor que incorpora, su limitación residirá en la legislación de cada país ya que la tecnología parece estar casi lista. Es aquí donde creo que la nueva geopolítica entrará en juego. Aquellas naciones que no se sientan inseguras de destruir puestos de trabajo para crear otros de nuevos (léase la crisis del taxi en España), aquellas que estén seguras de sus capacidades tecnológicas para sacar rédito a los cambios y que crean en el avance necesario, serán las primeras en establecer una nueva legislación e impulsarla. Así pues, a finales de la próxima década sabremos ya quien serán los ganadores de esta primera uberización del transporte. No me atrevo a pronosticar si habrá conductores o no en 2030, pero estoy seguro que sabremos qué empresas y países van a dominar este mercado por completo y exportaran competencias al resto del mundo rezagado.

Por último, nos queda reflexionar sobre cómo será el transporte dominado por las grandes corporaciones de servicios como los aviones y los barcos de todo tipo. Son los que contaminan más, y en los que hay menos soluciones por culpa de la poca atención generalizada y la distracción de la opinión pública. Ya estamos viendo en Europa los movimientos antiavión aumentando la voz de forma progresiva; no pienso que sea una tendencia que vaya a ir menos. En este punto me limitaría a augurar que para el final de década tendremos el primer avión piloto comercial eléctrico operando ni que sea en modo de pruebas y/o lo mismo en un carguero de contenedores transnacional. Es más una esperanza que una proyección realista, pero los dos principales fabricantes de aviones mundiales y algún astillero relevante han anunciado estar desarrollando proyectos de este tipo en su fase inicial.

 · En qué y cómo trabajamos

Si han hablado recientemente con un millennial o centennial sabrán que tienen unas prioridades laborales bastantes distintas a sus generaciones predecesoras. Los baby boomers requerían seguridad y estabilidad con unas buenas prestaciones sociales y económicas. Si podían trabajar para grandes conglomerados que garantizaran estos condicionantes de por vida lo hacían, además se implicaban por las causas sindicales y difícilmente aceptaban cambios continuos de residencia. Las nuevas generaciones, sin embargo, aquellas que empiezan a liderar las empresas actuales (millennials) o los que se incorporan o incorporarán en los próximos años (centenialls) su principal prioridad es trabajar en algo que tenga sentido para ellos, en algo que les “resuene” personalmente para hacer un mundo que creen mejor. Mucho tendrán que pagar las empresas de armas, tabaco o petroleras para encontrar talento en las generaciones futuras ya que éstas irán en contra a las creencias de su generación. Además, si no son capaces de dar una flexibilidad horaria y presencial e incorporan formación continua que permita a sus empleados tener la sensación de seguir el ritmo de los avances de la sociedad, estas empresas verán sus capacidades de competir mermadas por falta de talento. Dar posibilidades adicionales en lo que se refiere a proyectos multiculturales en los que temporalmente se tenga que ir a vivir a otro país y/o permita conocer otras formas de trabajar formará parte también del trabajo ideal. Los grandes conglomerados pierden sentido si sus estructuras son demasiado rígidas para adaptarse a este contexto o si no son capaces de cambiar su misión hacia fines más “sociales”. En un mundo dónde la diversidad es clave y dónde la fuerza laboral formada de los países desarrollados va en decremento, atraerlos será clave para un crecimiento sostenible. Si esta fuerza laboral además son los consumidores del futuro, o ya del presente, imagínense cuál es el círculo virtuoso o fatal inevitable en el que las empresas se encuentran en estos momentos…

Adicionalmente a qué tipo de empresas vamos a trabajar, creo que en el “cómo” hay una tendencia clara que irá consolidándose. Dentro estas grandes zonas metropolitanas extendidas, el home office o trabajo en coworking cercano se irá extendiendo cada vez más gracias a la democratización de las tecnologías, pero la necesidad de tener contacto puntual se irá acrecentando. Las reuniones, convenciones y actividades de empresa se van a afianzar como contrapunto a un mundo telemático y virtual entre los equipos. Pienso, y experimento cada vez más, que los seres humanos necesitamos este contacto directo como parte de nuestra forma de operar, y sin estos mecanismos los equipos son disfuncionales e incapaces de entender una misión común. De esta manera, puede que en esta década nuestro trabajo en el día a día sea más solitario (presencialmente hablando) pero lo compensaremos con momentos remarcables, laboral o personalmente hablando, con nuestros compañeros de trabajo. De la misma forma que muchos millenials han encontrado en la cocina, el bricolaje, la fotografía o la pintura un contrapunto físico y palpable a este mundo virtual y artificial en el que viven, las empresas deberán hacer lo mismo para conservar su cultura y preservar la colaboración entre personas para interiorizar los objetivos comunes. Todavía necesitamos “tocar” para sentirnos realizados y creernos nuestro mundo y nuestro empleador.

  • Nuestra salud y los servicios de sanidad:

En el campo de la salud visualizo también en esta década cómo los fundamentos de la nueva medicina se van a consolidar para tener un salto exponencial en un futuro. Creo que la tecnología que nos impactará a la mayoría de los mortales, excluyendo al mundo científico donde puede haber revoluciones, ya está lista y serán los modelos de negocio los que revolucionarán nuestra forma de interaccionar con la salud.

En primer lugar preveo muchos nuevos modelos de negocio basados en datos, datos adquiridos por millones de wearables o pequeños aparatos domésticos democratizados que monitorearan cada uno de nuestras constantes o condiciones vitales que se requieran a todas horas; desde el pulso, nivel azúcar, presión, actividad física, horas de sueño o factores exógenos como la calidad del aire que respiramos o la radiación solar que recibimos. Esto está llegando e incrementándose a ritmo vertiginoso, pero es la parte sencilla de la ecuación; la compleja es como se procesan parametrizan y evalúan estos datos para mejorar la medicina preventiva, adaptar las terapias curativas o hacer detecciones precoces para una mejor curación. Hemos visto ya la ayuda que puede suponer la IA en la generación de diagnósticos basados simplemente en miles de historiales médicos (vean IBM Watson), pero imagínense el potencial cuando la investigación médica empiece a incorporar y procesar estos miles de datos a tiempo real con el conocimiento médico del que ya se dispone (principalmente en entornos controlados como los hospitales) y que se dispondrá en un futuro a corto plazo. Un software de IA podrá predecir infartos de miocardio minutos antes de que éste ocurra simplemente monitorizando nuestras constantes vitales y/o advertirnos ante tal eventualidad si tenemos los condicionantes precisos. Una vez democratizada la tecnología a nivel de usuario o paciente, veremos como la investigación y las tecnologías de tratamientos de datos irán avanzando conjuntamente para dar más soluciones en todos los campos de la medicina para revolucionarla desde dentro.

Me imagino los hospitales del futuro más vacíos, ir al hospital en un futuro será mucho más grave porque en nuestras casas dispondremos de tecnología que antes sólo se encontraba en estos espacios públicos. Un desfibrilador hace 30 años sólo se encontraba en un hospital y hoy hay dispositivos que funcionan conectados al móvil o a una batería relativamente pequeña por un precio módico. Además, la medicina a distancia controlada por un médico o un chatbot con IA (por ejemplo Watson), nos permitirá ser menos alarmistas y entender como tomar las medidas adecuadas en casa antes de decidir ir al hospital. A modo muy informal, quien tiene un amigo médico, a menudo ya utiliza el Whatsapp para enviarle fotos o pedir un primer diagnóstico antes de ir a urgencias. La necesidad está, pero faltan los modelos de negocio y las competencias adecuadas para que este tipo de servicios exploten. La gente mayor, los enfermos crónicos o los convalecientes temporales tendrán a su disposición en sus casas muchas más herramientas para su control y primeros auxilios sin la necesidad de trasladarse a un hospital o que un médico acuda a su domicilio. Todo esto se irá construyendo en esta década para avanzar exponencialmente en las siguientes.

En segundo lugar, veo como la medicina genómica empieza a estar madura para llegar a las masas. Llevamos dos décadas entendiendo como nuestro genoma nos define como personas, impacta nuestros riesgos de salud o las reacciones con los medicamentos, así como determina el perfil de virus y bacterias para un mejor enfoque y estrategia de ataque. Pienso y leo, que los fundamentos están allí y sólo hace falta que los diagnósticos basados en nuestra genética sean tan comunes como un análisis de sangre lo era en el pasado. Se está retrasando más de lo esperdo, pero cuando empiece será exponencial. Imagino el día en el que sea surreal tratar a un paciente sin tener antes su perfil genético; será tratar a ciegas al igual que lo era en el pasado sin radiografías, ecografias o el análisis de sangre. Los médicos que diagnostiquen sin la ayuda de todas las herramientas disponibles con el soporte de la IA se verán como parte de una pseudociencia o meros curanderos, no tendrán ninguna credibilidad.  Hace 8 años envíe una muestra de mi saliva a EEUU para que una empresa perteneciente al entorno del fundador de Google determinara secuencias de mi ADN. Por un precio módico, tres meses después y sin tener contacto alguno fuera del email, recibí un informe preliminar de mis características físicas, reacciones a medicamentos o probabilidades de contraer ciertas enfermedades. Cada dato estaba contrastado con muchas de las investigaciones que se estaban realizando en ese momento en centros públicos y privados alrededor del Globo con los fundamentos científicos necesarios explicados de forma sencilla. El nivel de precisión variaba en función del avance de las investigaciones en cada campo y a menudo la información era demasiada generalista. Me asombró ver el nivel de avance de esta tecnología y comprendí su potencial como futuro de nuestra sanidad. Desde entonces el informe se ha ido extendiendo y la precisión incrementando, pero hace 8 años de esto y me pregunto: ¿Cuándo lo veremos en nuestra visita a un médico de cabecera habitual?

Continuara…

Inspiración: Enrique Dans

Inspiración: Enrique Dans

Profesor de Innovación en IE Business School